"Entré, sí, ahí estaba muy dentro de tu pensamiento en el justo instante en que el tiempo se hizo muy lento para los dos, podíamos sentir el mundo andando a millón, pero éramos sólo tú y yo en cámara lenta seduciéndonos a punta de miradas. Sí, esas que no podrías negar que estaban llenas de amor. Aquellas que en unos segundos después, provocaron una sonrisa que lentamente aparecía en el rostro de cada uno. Y el mundo seguía a millón.
No hay forma de que veas a través de mis ojos y menos de que sientas la manera en que me deslumbras con tu piel naturalmente ruborizada al ritmo del tacto de mi piel con la tuya. Miraba de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, en ese zigzag de placeres, porque no sé qué era mejor. Si rendirme ante tus ojos o ser esclavo de tu deseo.
Entre pausas, altas y bajas revoluciones, y más pausas sucedió de nuevo la teoría del big bang en el marco de la pasión que sólo entendemos tú y yo.
He ahí el momento en que no tuve que decidir si rendirme o ser esclavo, porque simplemente fui las dos cosas post a la lujuria y al cariño". Eduard Guerrero